El arte Incaico aunque muchas veces inspirado en lo mágico-religioso fue hijo de la artesanía. Fue arte porque buscó la belleza.
Fue artesanía porque los artesanos fueron en sus orígenes sus
escultores. El artista profesional no existió en el incario, ocupó su
lugar en el Yachachic Runa o artesano prominente, el hombre que por la
belleza de su obra la hacía merecedora de ser legada a la posteridad.
Esto fue lo que pasó con los eximios arquitectos que dieron forma
funcional a la materia pétrea, con los ceramistas, que aprovecharon la
elasticidad del barro; y con los tejedores que alcanzaron telas de
plumearía cuando no de oro y plata.
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