En la nueva leyenda de la creación del mundo por Viracocha,
que sustituyó al primer mito de la creación para los incas, se daba al
Dios Todopoderoso la facultad de dirigir la construcción de todo lo
visible e invisible.
Viracocha comenzó su obra creadora en las
orillas del lago Titicaca, en Tiahuanaco, tallando en piedra las figuras
de los dos primeros seres humanos, del primer hombre y la primera
mujer, es decir, los cimientos de su trabajo. Al darle nombres a las
estatuas, éstas cobraban vida, pero en la oscuridad, porque todavía el
dios no había dado luz a la tierra.
El mundo de aquí todavía estaba en tinieblas; Viracocha
postergaba la creación de un mundo completo, al nacimiento de los seres
humanos que iban a disfrutarlo. Pero una vez que estuvo satisfecho con
los humanos que había creado, prosiguió su proyecto, poniendo en su
lugar al Sol, a la Luna, y a las estrellas, hasta cubrir toda la bóveda
celestial. Después, dejó atrás Tiahuanaco y se dirigió al norte y, desde
allí, llamó a su lado a las criaturas que acababa de engendrar. Antes
de partir, delegó las tareas secundarias de la creación en sus dos
ayudantes, Toca pu Viracocha e Imaymana Viracocha,
quienes inmediatamente se dirigieron hacia el este y el oeste de los
Andes, para dar vida y nombre a todas las plantas y los animales que
iban haciendo aparecer sobre la tierra, en una hermosa misión auxiliar
de la realizada antes por Viracocha. Cuando terminaban la
misión encomendada por el Dios Creador del Universo de los incas,
llegaron a la orilla del mar, y se perdieron en sus aguas.
Pero cuando Viracocha llamó a los recién nacidos,
nadie acudió. Entonces se encontró solo y triste por la desobediencia
de sus hijos y para que entendieran quién mandaba sobre el mundo, envió
una devastadora lluvia de fuego como castigo y purificación, para
hacerles recordar su poder y para encaminar a los soberbios humanos. La
lluvia de fuego que salió de las entrañas de la tierra, a través de los
volcanes de Cacha, aterrorizó a los humanos. Al ver que su
conducta había causado la destrucción de su maravilloso mundo, poniendo
en peligro su propia existencia, y arrepentidos de sus faltas,
imploraron humildemente perdón ante su buen Dios Viracocha. Éste se
sintió satisfecho al comprobar que había logrado escarmentar a sus
criaturas, haciéndoles tomar conciencia de que todo aquello que habían
recibido gratuitamente podían perderlo por la sola voluntad del Dios
Creador.
Con los humanos agrupados a su alrededor, Viracocha se dirigió a un lugar llamado Cosco
(la posterior Cuzco), donde estableció su primer reinado, dando a uno
de los arrepentidos hombres el mando de la primera ciudad y del primer
imperio que existió sobre el planeta. Este primer jefe, el primer Inca
designado directamente por la divinidad fue el legendario Allca Huisa, el generador de la larga y poderosa estirpe de los incas.
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